lunes, 27 de diciembre de 2010

H.

Era un placer observarla, con el sol al fondo, el cabello ondeando al viendo, y sus ojos melosos teñidos de verde chispeando. Era un ser bello, echo, para ser libre, y ahora que faltaban pocas horas para que se liberara de sus ataduras y le arrebatara a su destino su libertad, era mas bella que nunca.
Su eterna sonrisa, iluminaba de blanco a toda su cara, y en su menton repleto de sol, brillaban unos diminutos y suavisimos pelos.
-Andres, voy a hacerlo, no me lo puedo creer.
Incluso su voz era preciosa. Era como el sol, fluia como la luz del sol, y me rodeo, con su frescura, mientras, al moverse, un velo de sombras fue recorriendo su cuello, acariciandolo, su blanquecino cuello, su ansioso cuello. Que terminaba por arriba en su casi invisible linea de la mandibula, y por abajo, en las claviculas, que se marcaban a traves de su piel como dos nodulos de pureza e ingenuidad.
-Vamos preciosa, coje tu mochila y subamos al coche.
Conducía ella, asique podía observarla mientras conducia, y llevaba en la cara, una expresion de ansia y satisfaccion, y miedo, y felicidad entrelazadas, y no podía si no admirarla, pero lo comprendia. Yo tambien tendría esa expresion en la cara si fuera a cumplir mi mas profundo sueño, si fuera a ser libre por fin, despues de pasarme media vida comiendo manzanas en un pasillo, siendo siempre por donde habian querido sus padres, cumpliendo siempre con sus amigos y seres queridos, siendo normal.

Siempre es excitante liberarse de las ataduras.

Ella estaba exhultante. Cuando comenzaron a dejar atras los bosques y campos vacios, y comenzaron a estar rodeados de edificios, cada vez mas altos e imponentes, cuando comenzaron a formar parte de los rebaños de coches, se iba poniendo cada vez mas nerviosa, y su sonrisa teñia en mayor grado su cara, y la felicidad superaba a la incertidumbre y el miedo.
Aparcamos frente al antiguo edificio abandonado, nos bajamos del coche, y me dio un abrazo. Se lo devolvi, acariciando el acentuado y suave hueco del fondo de su espalda, se dio la vuelta, y entro con sus pasos largos, de llegua sin amaestrar moviendose de esa manera tan graciosa y preciosa.
Me entraron ganas de llorar.
Entre tras ella, y me sente en la una butaca de la ultima fila, al lado de un señor de barba blanca, todo se volvio oscuro, y al rato el telon se abrio, y salieron al escenario, a representar la funcion de su vida, la funcion para la que estaba echa, se la veia como un pez en el auga con sus piernas largas y poco estilosas, y sus movimientos infantiles y dulces, y con su voz. Que preciosa voz tiene, pense en ese momento. Ya la había visto subida al escenario, sabia que ya lo habia conseguido, helena era ya otra, era libre, ya nos podia dejar a todos atras.
Que feliz me senti en ese momento.
Me levante entre los gruñidos de los demas espectadores, me acerque a la puerta, agarre el pomo, y mire atras, al escenario, a sus ojos, profundamente verdes, y profundamente marrones, y profundamente melosos, y ellos me miraron, y su boca sonrio, y una lagrima rodo por mi mejilla.
Ella tambien era feliz.
Me di la vuelta y sali, sabiendo que seguramente no volveria a ver aquella impresionante sonrisa.

domingo, 26 de diciembre de 2010

Libertario y soñador. Enamorado

Abrió los ojos con una sonrisa, despertado por un cosquilleo suave sobre la piel desnuda de su barriga. Bajo la mirada, y vio sobre ella caminar torpemente a una cucaracha. La aparto de un manotazo y se levanto frotándose los ojos con una sonrisa ahora irónica dibujada en la cara.
Miro a su alrededor, y lo vio todo lleno de botellas vacías y latas de cerveza abolladas. En realidad casi no se acordaba de lo que había echo la noche anterior. El colchón sobre el que había dormido estaba cubierto por una sabana arrugada, y tirado directamente sobre el suelo.
Se puso sus baqueros gastados y su camiseta, y salio de la habitación, para llegar a esa estancia destartalada y si cabe mas sucia y desordenada que la habitación que hacia las veces de salón. Allí los encontró. El chapurreando notas con la guitarra. Ella leyendo un libro con unas gafas que la hacían parecer realmente sexy. Ahora comenzaba a recordar. Si que había sido una noche loca la de ese día.
Se acerco al sofá, y la beso. Primero a ella, y después a el. Ellos se besaron, y le volvieron a besar a el. Se despidió con un adiós que quedo sin contestación. Salio por la puerta. Ellos quedaban ya uno sobre el otro en el sofá.

Bajo las sucias escaleras, abrió al portal, y le acaricio una ráfaga de aire, que le alivio en parte del calor del furioso sol de casi el mediodía. Miro a su alrededor. La ciudad, seguía su curso. Ajena a el.
Le rugió el estomago, y decidió que tenia hambre. Entro en una frutería, con el escaso dinero que tenia compro una manzana, y robo otra. Se las comió mientras caminaba. Hacia las afueras de la ciudad. Estaba ya harto de ella, y quería abandonarla. Por supuesto, ni siquiera se había planteado coger un bus o un tren, pero no le importaba caminar. Le encantaba esa sensación, de que uno por sus propios medios, podía mantenerse ajeno a todo lo que le rodeaba, dejándolo sistematicamente atrás. Disfrutando a cada paso de las nuevas sensaciones que este le ofrecía sin pensar ni desear nada mas allá, viviendo y saboreando el momento al máximo, sin desperdiciar nada. Caminar. No le importaba en absoluto, incluso lo prefería.
Llego a la autopista, y decidió, que no seria demasiada buena idea caminar por ella. La cruzo por un paso elevado, y fue entonces cuando decidió que caminaría hacia el este. Le apetecía volver al mar, y esa era la dirección en la que mas cerca estaba el mar. O eso creía.

El sol descendió (una vez mas) y le sorprendió caminando. Se alejo de la carretera secundaria por la que iba, y busco un sitio lo bastante seco en el grupito de arboles que había encontrado como para acostarse.
A la mañana siguiente, se levanto, y de nuevo a caminar, sin pensar en nada mas que en cada paso. Cerca del mediodía, el estomago le rugió de nuevo, pero no tenia nada que comer. Como no encontró otro remedio, siguió caminando, pero encontró la solución al ver en una curva de la carretera una casa con un invernadero en la parte trasera. Allí se encontró con que la familia a la que pertenecía estaba recogiendo su plantación de tomates. El se acerco timidamente, y se ofreció a ayudarles a cambio de algo de comida esa noche. El padre de la familia accedió, y antes de darse cuenta se encontró recogiendo los tomates junto con el padre, la madre, y una preciosa hija, quizá un poco mas joven que el.
Recoger los tomates, no era un trabajo duro. O eso pensaba el, hasta que en un momento en que dio la casualidad de que el y la hija estaban en una esquina del invernadero en la que no podían ser vistos por los padres la chica se lanzo sobre el y comenzó a besarle.
Ya le había tirado al suelo y le estaba con sus torpes e inexpertas manos arrancando la camiseta cuando apareció el padre, le cojio por el cuello, y le echo a patadas de la casa. Por suerte el alcanzo a agarrar cuatro buenos tomates antes de salir corriendo de allí.

Y volvió a caer el sol, pillándole esta vez con el estomago lleno, pero sin un sitio en el que dormir (de nuevo). Se acostó detrás de unos arbustos, y por lo agotado que estaba, quedo rendido enseguida

La mañana siguiente, se levanto ventosa, pero cálida. Un buen día para caminar, de nuevo.
Le estaban empezando a doler un poco los pies, todavía no era nada preocupante, pero agradecería poder hundirlos en agua salada durante una horita, o dormir en una cama normal una noche.
Los coches pasaban por su lado ignorándolo. El tampoco les hacia demasiado caso, hasta que se encontró al otro lado de una curva con un coche parado en el arcén y una mujer dando vueltas alrededor de el.
A medida que se fue acercando, pudo ver que la mujer parecía desesperada, aunque su expresión cambio completamente, cuando le vio acercarse lentamente.
El no se dio prisa, y al llegar a su altura, dijo:
-Pareces desesperada, ¿Que ocurre?
-El coche. Pinche una rueda, y no tengo ni idea de como cambiarla. ¿Podrías ayudarme?- Pregunto con ojos suplicantes.
El se lo pensó, pero al ver a la mujer al borde del llanto, no pudo menos que asentir con una amarga sonrisa.
Cambio la rueda, bajo la mirada cada vez mas alegre y despreocupada de la mujer.
-Bueno, fue un placer- Dijo cuando termino, comenzando a caminar.
-¡Oh no no no! No puedo permitir que sigas andando, no. Te llevare, es lo menos que puedo hacer- Respondió la mujer.
El la miro de arriba abajo, iba bien vestida, con unos zapatos negros de tacón. Después, miro al coche. Era una buena marca, y estaba impoluto. Después , se miro a si mismo. Vaqueros gastados, camiseta vieja, pelo alborotado y sucio por los días sin ducharse.
Había una gran diferencia entre ellos, para aceptarlo de esa manera, la mujer debía tener un gran corazón.
La miro de nuevo, de arriba abajo, se fijo en sus piernas torneadas enfundadas por unas medias, y en su cadera perfilada por la falda. Después se fijo en su rostro. De rasgos bonitos y definidos, y muy sonriente. Le gustaba.
-De acuerdo- respondió con una sonrisa sin pensárselo mas.

Subieron al coche. Estaba mas limpio incluso de lo que el había pensado. Ella arranco, con una extraña sonrisa en la cara.
-¿Hacia donde viajas?-Le pregunto después de un rato de charla estéril.
-Hacia el este.
-Pero, ¿pero hacia que parte del este?-Pregunto de nuevo tras un momento de duda.
-Simplemente hacia el este- Con una mirada ensoñadora- Me apetece ir al mar.
-Oh, eso es perfecto, yo voy al pueblo de mis padres, justo en la costa. Si quieres, te puedo llevar hasta allí.
El se lo pensó. Esa chica cada vez le atraía mas. Una atracción extraña, pero muy intensa, mas intensa que normalmente.
-Me encantaría.
-¡Genial!

Viajaron hasta pasadas la hora del mediodía, cuando pararon en un área de servicio. Ella entro muy decidida hacia el restaurante. El a remolque, detrás de ella. Una vez dentro, cuando el vio las legiones de camareros uniformados y las piaras de clientes ruidosos, se paro en seco, la agarro suavemente de la mano, y le susurro al oído:
-Esto parece genial, pero ¿Te gustaría hacer algo realmente divertido?
Ella le miro extrañada, pero a la vez curiosa. Tiro de ella fuera del restaurante. Una vez fuera, sus miradas, se cruzaron fugazmente, y el se paro en seco.
Había pensado hacerle el amor en los baños de la gasolinera o en el coche, como hacia siempre, pero, en ese momento supo que no podría hacerlo.
Se la quedo mirando intensamente a los ojos, la cojio de nuevo de la mano, compro una barra de pan y fiambre, y subieron de nuevo al coche. Se metieron en la autopista, y condujeron hasta que el le dijo que cogiera un desvío, y que aparcara el coche en un arcén. Ella pareció extrañada, pero esa expresión de feliz curiosidad, le impulso a hacerle caso. Se bajaron, y subieron a una pequeña elevación del terreno desde la que se dominaba el paisaje varios quilómetros a la redonda. Una vez en la cima, sofocados y sudados, se tiraron sobre la hierba seca, contemplando las impresionantes vistas, y entre risas y palabras cada vez mas amistosas, devoraron el pan y el fiambre que habían llevado. Cuando terminaron, se tumbaron los dos sobre la hierba con un suspiro estirando los brazos en cruz, de forma que sus manos se rozaron.
Poco a poco, se fueron acercando, cada vez mas, y cada vez mas cerca, hasta que acabaron, el con un brazo por debajo de su nuca, y ella haciéndole cosquillas en una oreja con el suyo.
Se giraron, para mirarse a los ojos intensamente, y poco a poco, muy poco a poco, se fueron acercando, los dos, hasta que sus labios se tocaron. Se unieron en un apasionado beso,que fue tierno, como hacia mucho que no experimentaba el, y duró lo que dura una estrella en morir. Lo que tarda una caricia suave en hacerte estremecer.
Se separaron, y se miraron.
Bajaron el monte de la mano. El con una sonrisa radiante dibujada en la cara, ella no menos contenta, tarareando una alegre melodía.
Volvieron al coche, y condujeron todo el día, sin cruzar practicamente ninguna palabra, pero sin soltarse la mano mas que lo imprescindible. Al llegar la noche, se acurrucaron el uno junto al otro en la parte de atrás del coche, y estuvieron hasta bien entrada la noche besándose. Solo besándose.
Ella se durmió antes que el. El se quedo hasta casi el amanecer jugueteando con su pelo y acariciándole el pelo mientras miraba al techo del coche suspirando, recordando tantas y tantas noches que ahora le parecían tan fugaces e insignificantes. Preguntándose que significaba todo aquello y lo lejos que podría ser capaz de llegar.

Se despertaron abrazados, como se habían dormido. Ella saludo el día con los ojos entrecerrados y una sonrisa. El con un beso tierno sobre la frente primero, después sobre cada ojo. El siguiente fue en la barbilla para bajar hasta el cuello. Allí la hizo gemir con otro beso, y a partir de entonces, todo fueron caricias, prendas que caían al suelo, y gemidos cada vez mas febriles.
Acabaron a la vez, con un suspiro profundo, en ese amanecer dormido.
Se besaron y se abrazaron de nuevo. Se vistieron y salieron del coche.
-Ven conmigo, quedate conmigo- Suplico ella en un abrazo.
-¿Que?- respondió el entre perplejo e ilusionado.
-Si, a la casa de mi familia. Esta al borde del mar, y pintada toda de blanco y azul. En el jardin tenemos un limonero y un naranjo- Se detuvo a coger aire, y ya mas calmada continuo- A mi de pequeña, me encantaba dormir en la terraza, acariciada por la brisa del mar, e iluminada por las estrellas. Agámoslo juntos. Quedate conmigo- Le suplico con una mirada.
-Veras, yo...-Pudo ver como el rostro de la muchacha cambiaba de la esperanza al desamparo, y como se le inundaban los ojos de lagrimas- Somos muy distintos, tu familia no me aceptara y solo te causare problemas. Creo que te quiero. Vente tu conmigo. Todo seria mucho mas sencillo. Viajaríamos hasta el mar, nos bañaríamos juntos en el, dormiríamos al raso- Bajo la mirada hasta entrelazarla con la suya- Seriamos libres. Juntos tu y yo. Siempre.

Ella hundió su rostro en su pecho. Inundándolo de lagrimas. Se metieron en el coche, y condujeron. Condujeron sin parar, hasta el anochecer. El no sabia a donde iban, si ella había aceptado su petición, o si simplemente no se atrevía a decirle que no podía hacerlo.
Ya era de noche, cuando ella aparco el coche en un descampado, y con una carcajada alegre bajo del coche y comenzó a subir corriendo la pequeña cuesta cubierta de hierba fresca que se encontraba frente a ellos. El perplejo, decidió seguirla, y cuando llego a la cima, se encontró con la inmensidad del mar azul frente a el, precedido por una pequeña playa por la que corría ella, dejando un rastro de ropa.
Algo le recorrió por dentro, elevándolo dos palmos sobre el suelo. Con la sonrisa mas reluciente que había lucido en su vida, bajo la playa desnudándose a la carrera, y se lanzo al mar. Nado hasta ella, también desnuda, y la abrazo.
Ella se río, y buceo por debajo de la superficie. El la siguió hasta que la atrapo por un pie. La atrajo hacia si, y la beso.
-Ya nos bañamos juntos en el mar, quedate conmigo, y podremos hacerlo todos los amaneceres, después de hacer el amor. Quedate conmigo.
Ella parecía ahora muy segura de si misma, sonriente y soñadora.
El no podía dejar de pensar que esa decisión marcaria para siempre su vida. No podía dejarla. No podía dejar que se fuera. Ella era lo mejor que le había pasado nunca.
Con un grito la abrazo, y se sumergió con ella bajo el mar. Una vez en el fondo, la beso respondiendo así.

Se vistieron y condujeron escasos minutos hasta el pueblo de ella. Entraron en su casa, y se presentaron a la numerosa familia alegremente. Cenaron entre bromas y risas, y durmieron de nuevo abrazados, como la noche anterior.
Al amanecer, hicieron el amor. Bajaron a la playa, y se bañaron en ella.

-Te quiero- Le susurro al oído en el agua, como haría a partir de entonces durante años, durante muchos, muchos años.

sábado, 25 de diciembre de 2010

Canta villancicos furcia
cantalos con alegria
entre tus muslos ya se metio alguien
y tu
gloton
debes estar de enorabuena
marisco carne turrones
alimentate porco!
Tes mais fame acaso?
No me joda usted tambien señor pallaso
te crees uqe tus chistes hacen gracia?
Anda señores
dejen de fingir
recojan sus preciadas necoras y langostas
insulten a la familia
y levantense de la mesa
la navidad ya termino
no hay que cumplir hasta año nuevo
hay que joderse
tanta gente buena y honrada por el mundo
y les va a tocar todos los tocapelotas hipocritas
sentarse ami mesa
manda huevos
es esque se lo buscan
tenga usted cuidado
señor tio abuelo de mi primo hermano bastardo
que cuando abra el champan
el tapon acabara en su ojo
y usted
señora gorda, deje ese turron
porque la costura de su vestido ya se resiente
y no me apetece ver sus flacidas carnes esta noche
noche buena
y una mierda.

martes, 14 de diciembre de 2010

¿Se ama a si misma?

-Su pelo
suave, suave suave
siempre esta liso!
Y su piel
-¿Como es su piel?
Es maquillaje
nunca la ves.
-¿Y como su nariz?
¿La nariz? Es preciosa.
Es un gancho
que se enrosca
-¿Y su sonrisa?
No se la se
porque la tapa.
-¿Y sus andares?
De pasarela barata.
-¿Como se mueve?
No se mueve.
Posa.
-¿Acaso no es guapa?
Es preciosa.
-¿Y como es su cuerpo?
Tiene su culo
una redonda forma
y se contonea
regido por cierta norma
y unas piernas que tienden
al infinito
y un pecho, arrebujado,
extremadamente finito.
-¿Y ama la vida?
-Mas bien, amigo
ama a su visa.
-¿Y se ama a si misma?
-¿Perdon?
-¿Que si se ama a si misma?
-No te entiendo
¿A si misma?
-Pues claro,
se cuida y es preciosa
ama la vida, a su visa
pero
¿Se ama a si misma?

viernes, 10 de diciembre de 2010

Un timbre de telefono.
Gritos, pasos apresurados.
Silencio.
Alocada carrera en coche.
Llantos. Llantos. Llantos.

Los medicos de ambulancia.
Fumando junto a la entrada.
Cabizbajos.
Llantos, llantos y mas llantos.
Una doncella efeva.
Transida de dolor.
Desfallecida. Por los suelos.
Gritos y lagrimas y gritos y llantos y lagrimas.
Apretones de manos.
Un despojo en un saco negro.
Retorcido. Compactado.
Muerto.


Se lo llevan, y silencio.
Mas silencio.
Llantos ahogados.
Y mas silencio.

Expuesto. Antinatural y amorfo.
Con su mejor traje. Sus mejores zapatos.
De nuevo llantos. Entrevistos entre el silencio.
Y familiares. Familiares cercanos.
Y besos. Y abrazos. Y llantos.
Y mas llantos.

Y ya con luz, aluviones.
De familiares. De amigos.
De sus seres cercanos.
Y mas besos. Mas apretones.
De manos.
Desconocidos. Se compadecen.
Y algunos mienten.
Algunos no sabían del.
No le conocian.
Pero mienten.
¿Porque me miente?
¿Porque me miente un desconocido?

Mas aluviones.
Presas, de familiares y amigos.
Las entradas.
Ojos rojos por doquier,
y sonrisas maladadas.
Y mas besos de mujer,
mas saludos de barra.
Mas adustos brazos pardos
mas gentiles en la parra.


Y un hombre que por amor.
Se arrancaba las barbas.
Y con su voz de tenor
Recitaba a las brabas.

Y un ataúd sobre hombros.
Un hombre enfundado en traje.
Y flores flores y flores.
Mas flores que se desgarran.
Y en procesion.
Silenciosa.
Resonando los pasos,
Resquebrajando caminos.
Y un ataud.
Otro hombre cierra la losa.

Silvestre Santé

lunes, 6 de diciembre de 2010

Su sangre manchaba ya las manos
de los verdugos
nada se supo despues de la tortura
del preso
De echo yo solo se de ese asunto
por una vieja y arrugada anciana
que me lo conto
a cambio de un poco de cariño.
Ella estaba entre el publico
insultando al condenado
no se arrepentia, me explico,
de lo que habia echo
porque se lo merecia
aquel bastardo bellaco
era un ladron y asesino
no mas que un vago y
un maleante
me conto la otra version
de la historia
que el supo por ser amigo
del verdugo que lo mato.
Paso toda la noche en vela
recitando verso a verso
su condena y maldiciendo
a los que se la harian llegar
y ya las piedras se lamentaban
de tan larga letania
mas el hombre que ha de morir
no sabe de nobles actos
no sabe de porvenir
solo sabe cantar y contar
y morir muy dignamente
y da igual nombre o linaje
solo importa la cancion
que cante para ser decapitado
asesinado.
La tercera version
me la conto su sangre
que muchos años despues vi pegada
todavia
en los adoquines de la plaza
de una ciudad bulliciosa
que ahora son solo ruinas
ella reprochaba
era altiva
ella no cometio errores
hasta el final
le acompaño
y entonces mancho al verdugo
y al gque lo vio
volvio la negra plaza en rojo
y me recordo
que solo en realidad importaba
la version que contara yo
la que yo me creyera
pues es ya un simbolo
nada mas,
y me gusto
me gustaron los susurros que me tradujo
el martir siempre fue valiente
despues de muerto.
Yo en cambio
a pesar de que se ahora la verdad
me callare
y procurare tener un buen escondrijo
no vaya tocarme a mi la vez
ojala se lo lleve el viento.
Un chorro nuevo de sangre sobre la plaza
y adios.

domingo, 5 de diciembre de 2010

Hay las lindas
mariposas que me anidan en el estomago
que anidaron en el
desde el dia en que la vi.
El tragico dia,
en que la vi.
Y ahora
que su imagen ya se vuelve borrosa
y que toda oportunidad que tuve de conocerla
se desvanecio
grito al cielo que la quiero
y a mi mismo
que es mentira.
Y decidio por decidir
o fue por atormentarme
quien le otorgo esa belleza
que enturbio a mis razones
que volvio loco a mi corazon
Y lo peor
es que ella no supo nada
de todos estos motivos
y ni el viento consiguio ni conseguíra
barrer nunca este martirio
de luces flores y sombras
y son las lagrimas, que anidan
en lugar de mariposas
que mueren y son ya cadaver
que no quieren ya revolotear
que se niegan
a seguir haciendome planear.
Asi acabo esa historia
como ya os dije ahora y antes
con su negra negra cabellera
y sus ojos tristes y tristes
vagando en la carretera
y mi barriga que va
de mariposas muertas rellena
no sabe de sol ni de luces
ni manjares con callena
ni versos lindos que sobran
solo una sola cigüeña
que sobre mi campanario anida.
pleamar,
y adios


Silvestre Santé

viernes, 3 de diciembre de 2010

Un susurro de pisadas
un rostro enmarcado en negro
sus andares... agraciadas,
mis miradas van tras ellos

Ella un angel que de negro
bajaba, iluminando
la estela que iba dejando
deriva en negro estelada

un angel, cabellos negros
y expresion vampiresada
no tiene blanca sonrisa
ella la tiene escarchada


Un par de besos le daba.
Un par de pasos, perdida.
Y sin besos, quedan versos
Ai de ti, desconocida


Y esque no la amare nunca
ni esque este obsesionado
pero !dios¡ que bella era
su negra triste mirada.

Silvestre Santé
No se quien es u era ella,
solo se que se que estaba yo.
Todo estaba oscuro ¡y la vi!,
y de repente, bajaba unas escaleras.
Con pasos tremulos
y lo iluminaba todo.
A su paso y a su rostro
ceñido por su cabello
negro absolutamente,
negro y siguio bajando,
ajena a todo y su rostro,
mostraba desagradado.
Rechazo hacia todo, ¡hacia todos!
Y era libre y a la vez ,
presa de si misma y de su mirada
De su rostro, y solo la vi
unos pocos segundos y era ella
la mas bella chica
sobre la tierra encaramada

Silvestre Santé

domingo, 14 de noviembre de 2010

imagina por un momento
una cabellera al viento
una libre, imaginacion
desatada, la furia mato
desgarro los cuerpos de los inocentes
y beso.
A la mas puta de las bonitas chicas que por alli rondaban
la sedujo con meloso semen y una caricia.
entre sus piernas, legión.

Susurrando por entre la enloquecida multitud alli reunida
una loca
una loca escorrentia
de viento
de viento loco
y sin sentido, el viento
que susurraba
amenazando, el viento
con robar los tejados
de las casas de las cimas
azotadas por los vientos.
Los mismos vientos
que agitarian tus pelos
confiriendote ese aspecto
de ventosa diana
de seductora y ventosa
diana, de viento
entre tus nalgas
sobre tus pechos
entre tus piernas
siempre abiertas
el viento
loco
vigilante ante cualquiera
cualquier resquicio
de tu ser y tu persona
ventosa y alocada
tu persona
ventosa
huracanada y virginal
tu honrosa
despersona

Silvestre Santé
susurrame
Que ninguna palabra puede cambiar el mundo
Y niega tambien, que mis caricias te hacen estremecer
Me gusta como suenan las mentiras
Cuando se que son mentiras.
Pero no te olvides, cariño
De decirle al hombre que hay en tu cama
Que me gusta el cafe cortado
Por la mañana.
Cuando tienes el pelo enredado
Y todavía no te limpiaste mi semen de entre las piernas.
o el de otro en este caso,
Espero que la tenga tan grande como yo
pero incluso en ese caso, estoy seguro,
de que no es ni la mitad de bueno que yo en la cama
No me importa.
Tengo que confesarte que yo tambien te engañe
nunca significo nada, no creas que lo digo por despecho
nada de eso. Me gustabas mucho
lo que mas me gustaba, eran tus tetas
sobretodo cuando te abrazaba,
y las aplastabas contra mi pecho
me hacia sentir bien.
¿Sabes? Voy a salir.
Necesito alguna chica de tetas grandes
pagaria a una puta, pero me daria verguenza hacerlo
cuando solo quiero abrazar a alguien con las tetas grandes.
y tu no estas ya a mi lado.
Adios, el hueco vacio en mi colchon
te envia saludos.

Silvestre Santé

sábado, 13 de noviembre de 2010

zalamera

Tu sonries zalamera,
finges no interesarte.
Te delatan tu maneras.
Tus ansias de aparearte.

Y los ciegos topos gimen
en grutas de decadencia.
Se dan cuenta, ese himen
es simple y pura apariencia.

Quiza algun incauto cojas
seducido entre tus redes.
Escondiendo tus congojas
lo encierras entre paredes.

Ya el desgraciado desquita
con sus gritos los claveles
que es lo que en ti mas suscita
esos instintos crueles.

Y cuando este es acabado
cubres tu ser con el velo.
El hombre ya esta humillado
y tu estas de nuevo en celo.

Silvestre Santé

Damian!

Una gota de pura vida en ruta
minuscula explosion, infimo
rictus de poca seriedad y chinelas
por zapatos un pecho sin pelos
apto para escribir
para tapizar de versos
con su mente repleta de numeros e historias
de desamor

Soledad, irrompible, isobrellevable
Dios, ser suplemo, genio
ridiculo malabarista de vanas estupideces
y juventud, tendente a senil infantilidad
nuevo caduco fantoche con sueño.
Con un sueño ¡Revolucion!
a golpe de ciencia
a brutal golpe de ciencia

Silvestre Santé

martes, 21 de septiembre de 2010

Un par de calzas por pernera
cinco penes alzados en la cartuchera
y un par de pezones tiesos
que sin ajadas manos de juzgado
sonrien al lo juez travieso
y siempre un amigo cabezon
que declara su tomatina abetunada
declara también su amor
¿dije amor? Perdon
sus ganas de sexo
que sin querer parecer un fresco
y ya que hablamos de ello
ha de confesar un besugo rehogado
con el pene en la mano
sin alguien sin ser yo que lo agarre
que ya se sabe que las lenguas
si no las sacas a jugar con otras lenguas
se cagan en todo lo que se menea
por lo que, voy a ello.

Si es que su enfado sin sentido
que si es que su escote huidizo
y su risa de chorizo
y sin desviarme mas del tema
he de decir que la querida burguesa estupida
que no sabe decir perdon sin que de la risa
ya que una amiga que con prisa
camina por albergues desollados
sin llevar carroza de caballos
y su espina que no tiene una jineta
que se va con la amiga que no es lista ni sincera
y claro alguien que pone flores por orejas
con amigas de tacones de torreta
no puede si no sonreir
con un toque de hipocrita analfafeta
que su labio de semen sazonado
no admite replica anacoreta.
Y solo queda ya queridos
una luna llena y anticuada
que recuerda a la amiga propia de la veta
de las corzas becquerianas
y victorias victorianas
que es ella la guapa entre las guapas
que no tiene morbo, solo alteza
que sabe mas a monja que a la teta
de la que mamo mis deseos de profeta
(mamon desconsiderado yo)
que no son otros que sexo sin otra precaucion
que la de que sea (porsupuesto) sin cabeza.

Silvestre Santé

sábado, 18 de septiembre de 2010

Maldita oscura miseria miña
atopote escondida entre os meus soños
divirteste desgarrandome teimadame,
so para deixarme desangrado
cunha necesidade urxente. De ti.

Por ti, nin morto nin vivo.
E nin sequera quero saber nada,
quero olvidarte,
quero desexar que non existiras nunca
mais por mais que tento non consigo mais ca dor
mais ca inxurias
mais ca risas dos meus demos.

E volvo a ser morto
con duas vontades sen ningunha alma
sen un agarimo que poder dar
sen un lume que apagar
sen ti nin vida que disfrutar
sen un verso que debuxar

Non te poido olvidar
Mais, ¡Non hai nada que recordar!

Silvestre Santé

martes, 14 de septiembre de 2010

Iracundamente avinagrado

Oscuro prado irsuto de verdes trompas de láscivos anhelos.
Vergel de nocivos truenos de deseo iracundamente avinagrado.
Mísero cuarto repugnante de frustradas emociones hurticantes.
Moribundo recien nacido senil delirio de mil rosas con espinas.
Sin espinas, una vida rota menos con mas de un toque de idiota
y un par de besos, llenos de una añil bancarrota, y un par de versos.
Sin sentido aparente ni ocurrentemente disfrazado. Torturados,
acabaron con su vida entre suspiros sin su dulce despedida,
de tal forma que un patriota sin patria y sin medida
suelta un “no te quiero” enseguida con tal de cerrar la boca.

Silvestre Santé

domingo, 12 de septiembre de 2010

Santé

Versos de cera caliente
derritiendose sobre tu piel
cuatro letras candentes
saben, huelen a miel

Un dedo tembloroso
brazo sobre el que escribir
un beso nervioso
que sabe que va a morir

Resaca

Un chupito
dos chupitos
tres chupitos
cuatro cervezas
ron, ginebra
palmeras abrazadas
que no devuelven abrazos
versos bonitos escritos
olvidados sin remision
suaves caricias amigas
palabras bonitas en ristre
delirio, todo quemado
miedo inspirado
alcohol en vena
porque habre bebido?
Porque habre olvidado?
Un amigo sensato
ebrio de sobriedad
sin el seria piltrafa
felpudo de sinrazones
absurdo y tranquilo ensaimado
bebido de libertad

lunes, 8 de marzo de 2010

En ese momento sintió como el mundo se detenía, como todo lo que había a su alrededor se desvanecía, como lo único que sentía era un nudo en su pecho, una angustia que le impedía casi respirar. Derepente sin previo aviso, encontró su cara mojada.. bañada en pequeñas gotas de agua salada, como aquellas que bañan tu cuerpo cuando una ola juguetona del mar rompe contra una roca. Se sentía pequeña e insignificante y no comprendía porque se había marchado, porque después de ofrecerle tanto él se alejaba sin decirle tan siquiera un adiós aunque fuera doloroso, ella lo hubiera preferido.Siempre evitó hacerlo, evitó al amor intentando escapar de él como quien escapa de la fría lluvia en las noches de invierno pero esta vez no lo consiguió y la invadió sin llamar a su puerta. Sus ojos color miel sepultaban tras ellos una vida llena de angustia y temor, de tristeza y dolor.. pero ella siempre intentaba sacar lo mejor de si y vivir esperando la verdadera y gran felicidad, que estaba segura de que en algún momento de su largo camino llegaría atravesando los altos pinos.
En ese momento escuchó un ruido a sus espaldas y dejó atrás sus pensamientos girandose rápidamente con la esperanza de que volviera, de que recapacitara y entendiera que junto a ella podría ser feliz... pero nuevamente se equivocó y la espinita se clavó un milimetro más adentro en la coraza que protegía su corazoncito, ahora ya rota e inútil.
Quiso correr tras él hasta caer rendida sin fuerzas pero... para que? si él había decidido abandonarla y seguir con su camino lejos del suyo, porque tendría que hacerlo? Envuelta entre tantas preguntas sin respuesta le invadió otro sentimiento diferente, el odio. Porque despues de ofrecerle todo lo que podía y más se fue? Sintió que sus fuerzas se iban debilitando poco a poco, que una vez más había perdido la batalla contra la vida.. asique se apoyó en un viejo y grueso roble decidida a esperar ,pacientemente, a eso que tanto ansiaba y que nunca llegaba, su felicidad. Porque la vida no la trata como de verdad lo merece?...


Lorena Abeledo Vazquez.



Escrito por una conmovida amiga de ojos grandes que quiso decirme lo que pensaba la chica cuando el vagamundo marcho.

sábado, 6 de marzo de 2010

O Vagamundo

Ao Vagamundo, asaltaronlle os recordos da sua terra cando estaba sentado ao borde do río cos pes metidos na auga, nese soleado e caluroso mediodía.
Recordou cando xunto coas suas primas ía no verán polas fragas, buscando silveiras que tiveran voas moras, ou cando no inverno arrimábanse todos baixo una manta mentres vían ao vento bailar coas arbores, e a choiva azotar a fiestra.
As vágoas asolagaronlle os ollos, e decidiu, mentres intentaba evita-la morriña, que xa era hora de seguir o camiño.
Levantouse, secou os pes na herba, e marchou daquel lugar. Camiñaba río abaixo, atravesando una rexion montañosa, pola que o río vaixaba polo escaso espazo que lle deixaban os montes, arrastrando e desmenuzando rochas, levándoas, coma se fosen un recordo dos montes.
En ocasións, o espazo que lle deixaban os montes ao río era tan pequecho, e as ladeiras do monte tan empinadas e inestables, que se vía na obriga de dar un rodeo, como nesta ocasión.
O espacio polo que camiñar fórase facendo cada vez mais pequeno, ata que el tivera que ir saltando de rocha en rocha, e xa nin sequera podía facer iso.
So lle quedaban duas opcións, ou meterse no río, cousa imposible, pois acabaria mancándose coas rochas e a forza da corrente, ou subir o monte, para baixar polo outro lado, e continuar paralelo ao río.
Volveu sobre os seus propios pasos, hasta que a pendente do monte fíxose mais practicable, cando encontrou un bo punto, pasou ao outro lado.
Camiñou paralelo ao río, todo o rápido que puido, recordando todos os sitios polos que pasaba, para en caso de necesidade saber volver.
Así, mentres camiñaba caviloso, o Vagamundo deuse conta de que o ceo xa oscurecera, e lle quedaban poucas horas de luz.
Veu un pouco mais adiante un grupiño de arbores, e dirixiuse cara eles. Buscou o mais vello e forte, e acurrucouse entre as suas raíces tapado cunha manta.

A mañá seguinte, despertouno o cantar dos paxaros, abriu os ollos, e mirou ao seu redor, intentando recordar onde estaba. Cando se deu conta de que estaba lonxe do río, gardou as suas cousas cunha repentina presa, e enseguida seguiu o camiño.
Camiñou seguindo ao monte durante toda a mañá, poñendose cada vez mais nervioso, pois non daba atopado un sitio polo que volver ao río. Estaba apunto de desesperar, pero así ao lonxe, escoitou o suave rumor da auga.
Case correndo dirixiuse cara o son, e cando chegou case chora de alegría ao ver un pequeno río. O Vagamundo esperaba que este o levara de novo cara o seu río.
Cruzouno, e de ahi a unhas horas seguindoo volveu a estar no curso do seu río.
O Vagamundo tranquilizouse, e nesas horas, puido ver como os montes íanse afastando, e suavizándose os seus cumios.
Un pouco mais adiante, encontrouse cunha maceira, cargada de froito. Comeu algúns, alí mesmo, e gardouse outros para mais adiante. Enseguida continuou a andar.
Seguiu a andar toda a tarde, observando como o río facíase cada vez mais manso, e como se suavizaban os montes, e cando xa empezaba escurecer, acurrucouse entre unhas rochas, e botou durmir.

Ao día seguinte, espertou dun brinco cuberto de suor. Tivera un horrible pesadelo.
Nel, vira a sua casa en ruínas, as fragas da sua terra queimadas, e a sua xente malvivindo. Vestían roupas rachadas, e andaban cheos de merda. Os rapaces, esqueléticos, xa non xogaban nin rían, se non que camiñaban dun lado cara outro cabidbaixos.
Asolagáronselle os ollos de bagoas, e aínda que case non amanecera, comezou o camiño.
Durante todo o día, alumeara o sol no ceo, e ningunha nube se atrevera a asomar ese día polo ceo, pero ao vagamundo, era o mais gris da sua vida.
Os montes, seguiron a suavizarse, e cada vez se vían mais arbores, pero ao Vagamundo isto non lle conseguiu eleva-la moral despois do funesto pesadelo que tivera.
Cando chegou o mediodía, comeu as mazas que lle quedaran do día anterior, e bebera un pouco de auga a pracida sombra dunhas arbores.
O sitio, era moi bo, pero o Vagamundo liscou de alí enseguida, perseguido por una estrana sensación de estar sendo obsevado. Toda a tarde andivo mirando cara todo-los lados, pero non conseguira ver nada. So cando xa o sol intimaba co horizonte, puido ver unhas rápidas sombras deslizarse entre as rochas e os matorrais.
Ao principio, pensou que eran imaxinacións suas, ata que escoitou ao seu carón, un terrible ahullido de lobo. Consolouse pensando que eses lobos podían estar alí por casualidade, con que non tiña porque empezar a pensar nada raro, pero todo-los seus razoamentos, foron botados por terra, cando escoitouno de novo, e foi respondido por outro, ao seu outro lado.
Mais tarde oíaos todo ao seu redor.
Nun intre, fixérase de noite, e pronto comezou a ver brillantes e malevolos ollos na escuridade. Cheouse os petos de pedras, e cada vez que os vía, lanzáballes unha.
Porsuposto, non tiña moita puntería, pero dous ou tres veces atinou, e tivo a satisfación de oílos xemir de dolor. Isto, non facía moito, pero polo momento, mantíñaos a raia.

Levaba xa horas correndo. Levaba unha grosa pola na man, coa que esperaba poder enfrentarse cos lobos cando se lle botaran encima, que, calculou que polas forzas que lle quedaban non ía ser dentro de moito.
A situación era desesperada, pero malia isto, ¿Que podía facer mais que segui-lo río coa lonxana esperanza dun milagre? Correra durante moito tempo, e xa o sol do amanecer comezara ilumina lo ceo. Parecíalle mentira, pero conseguira sobrevivir durante toda a noite. Pero xa chegara ao límite das suas forzas, e xa non cabía lugar para ningún milagre. Xa case nin tiña forzas para seguir correndo. Nese intre estaba a subir unha costa, e calculou que caería sen forzas cando terminara de subila.
O Vagamundo non se dera conta, pero durante a noite, os montes afastaranse uns dos outros cada vez mais, e fixéranse moi redondeados e baixos. E ao non ir vendo todo isto pouco a pouco, cando chegou ao alto da costa e veu de súpeto, mais ala duns poucos outeiros, unha chaira que se estendía ata onde alcanzaba a vista, quedou abraiado, e detívose. Pero os lobos que levaba detrás xa corrían a por el, asique sacando as forzas non sabia de onde, volveu correr.
Ao baixar unha costa, avanzaba moito mas rápido que antes, pero cando botou unha mirada atrás veu que os lobos xa case estaban encima del. Isto despistoulle, facendoo tropezar. Caeu, e os lobos votáronselle enriva. O Vagamundo conseguiu apartalos e levantarse, e ao lobo que xa volvía á carga, deulle na cabeza con todas as suas forzas.
A vara quedou partida pola metade, pero o lobo, caeu ao chan coa cabeza nun charco de sangue.
Os lobos retrocederon ante esta visión, pero un segundo despois xa volvían á carga. O Vagamundo baixou a toda presa a costa, e ao chegar ao final, caeu de puro esgotamento.
Deuse a volta, para ver como se lle estivese pasando a outra persoa, como os lobos votábanselle de novo enriba. El apartounos con brazos e pernas por puro instinto. Sentiu vagamente como lle desgarraban un muslo, e como un cerraba as suas mandíbulas con toda-las suas forzas sobre o seu brazo. Viu entre os vapores que cubrían os seus ollos, como un lobo xa saltaba para darlle o golpe de gracia desgarrándolle o pescozo. Tivo un ultimo pensamento para a sua terra, e para a sua familia, mentres esperaba a morte, cando un animal branco interpúxose entre o lobo e o Vagamundo seguido dunha figura cunha longa cabeleira.
Un intre despois, perderá o coñecemento.


O Vagamundo estivo varios días a durmir. De vez en cando, comezaba xemir da dor, outras veces revolvíase na cama, pero cando soñou cuns grandes ollos, que o miraban con preocupación, puido durmir tranquilo, pois non sabia porque, o tranquilizaban, sabia que estaban velando por el.
Cando por fin espertou, non sabia se estaba morto ou vivo. Mirou ao seu redor, e viuse nunca pequena cabana de madeira. Case non tiña mobles, e un fogar con lume dáballe calor á casa. Pero todo isto pasou desapercivido para o Vagamundo, pois inclinada sobre o fogar, atizando o lume, estaba unha moza, que ao Vagamundo semellaba un anxo.
A sua pel tostada polo sol, estaba cuberta por unha sinxela camisa, e uns pantalons. Sobre a sua espalda, caía en cascada o negro cabelo, pero ao vagamundo o que de verdade lle chamou a atención, foron os seus ollos.
Eran grandes, saltóns, do cor da mel, e tan profundos coma o mais profundo océano. Expresaban unha profunda preocupación, mentres o lume reflexábase neles, dándolles un aspecto temible, pero, a un tempo, sublime. Ao Vagamundo atrapárono enseguida, e xa nunca os olvidaría.
A moza volveuse, e ao velo erguido e despertou, sorriu mostrando unha fileira de brancos dentes, e encendendo unha chispa de luz nos seus ollos que iluminou toda a cabana.
-Ola- Atinou dicir o Vagamundo confundido.
O rostro da moza tinxiuse de inconprensión, e soupo que non falaba a sua lingoa.
Non sabia que facer para comunircarse, ata que se lle ocorreu algo.
Sinalouse a si mesmo, despois intentou imitar a un lobo, sinalou as suas feridas, e despois sinalouna a ela. Ela comprendeu, e tras dicirlle que esperara un anaco, saíu pola porta.
Enseguida entrou de novo, traendo consigo unha cadela branca coma a neve, coxeante. O Vagamundo fixouse, e viu a sua para vendada, e manchada de sangue, e comprendeu. A moza e mais a cadela habíano salvado a noite anterior, e a cadela resultada ferida. A moza comezara facer xestos, pero el xa nin a vía, tiña toda a sua atención centrada na cadela e na sua pata ferida. Levantouse, para intentar consoar á cadela, pero ao apoiar a sua perna ferida no chan, berrou da dor, e volveu caer pola cama. A cadela laiou retrocedendo, e a moza correu cara el, para axudalo.
Acostouno de novo, e deulle algo de comer. Agora, o Vagamundo xa mais tranquilo fixouse en que tiña feridas por todo o corpo, pequenos cortes, e golpes, nada mais, as que a moza lavara. Tamén tiña o muslo vendado, e o brazo vendado e en cabestrillo. A moza fixéralle todo iso, e polo que puido ver, bastante ben, e cavilando, deuse conta de que a moza levarao dende os montes ata alí, tiña que ser unha muller forte, pois non vía señais de ninguén mais na cabana. Cavilando nisto, durmiu e soñou cos ollos da moza de novo.

Foron pasando os días, e pouco a pouco, o Vagamundo e mais a moza comezaron a aprender a comunircarse. Cada día as feridas estaban millor, o brazo curaralle moi rápido, e pouco a pouco o Vagamundo comezou a levantarse. Ao principio, doíalle a rabiar a perna, pero conseguía dar algúns pasos, sempre apoiándose nos mobles, e caendo esgotado na cama deseguida. Pero chegou o día, en que puido saír fora da cabana.
Ía apoiándose nunha vara, e ca moza ao seu carón, atenta a todo-los seus movementos. Era a primeira vez que vía o sol despois de moitos días, polo que o cegou e tivo que taparse os ollos para non quedar cegado. Mirou ao seu redor, e o único que viu, foron bastas extensións de chaira, excepto no lado polo que el viñera, no que se alzaban orgullosas as montañas. A cabana estaba pegadiña ao río, no que nacían nunha orxía de vida fileiras de arbores ao largo del. Deu unha volta á cabana, e descubriu que na parte de atrás, a moza coidaba dunha horta, e despois, volveu á cabana esgotado.
Esta saída, so foi a primeira, de moitas outras. Cada día saía durante mais tempo, e comezou a dar paseos cada día mais longos. Tamén comezou a xogar moito coa cadela branca, lanzándolle cousas, ou paseando con ela. E xa cando se sentiu mais seguro, propúxolle á moza, axudarlle na horta.
Isto provocou una gran discusión na que cada un falaba na sua propia lingua a berros, xesticulando moito. Case non se entenderon, pero despois de pasar a tarde sen dirixirse a palabra, a moza accedeu.
Agora despois de da-lo seu paseo, ía a horta e axudábaa, aínda que sempre nas tarefas mais lixeiras e sinxelas.E foi así, que a volta dun dos seus longos paseos, deu a volta a cabana para ir axudala, e viuna cantando.
Parecíalle moi vela desde a primeira vez que a vira, pero ese día, ela tiña a roupa manchada de terra, un pano de fino fío na cabeza recolléndolle o cabelo e gotas de suor corréndolle pola frente ata a punta do narís, mentres o sol do atardecer alumeaba a sua tostada pel.
A melodía que cantaba, era a mais vela que xamais el oíra, aínda que a letra non podía entendela, seguía sendo igual de vela, se non mais.
Ela non se decatou da sua presenza, e o Vagamundo quedou alí de pe, mirándoa.
A moza non o viu ata que xa a luz do sol empezaba a escapar do ceo, e cando levantou a vista cesou a canción de súpeto.
Ruborizouse, pois sabía que a estivera escoitando. O Vagamundo rompeu en sonoras carcaxadas. Ela dirixiuse cara el finxíndose ofendida, e comezaron unha finxida pelexa.
Remataron rebozándose polo chan entre risas, pero dende aquel día, creouse entre eles unha estrana atración mutua, pola que en ocasións, o vagamundo descubría a moza mirando fixamente cara el, e a moza descubríao a el mirando cara ela.

Os días pasaron mais felices ca nunca, e, para o Vagamundo, á vez foron os mais amargos, pois sabía que pronto tería que marchar. A sua perna xa estaba case curada, e podía camiñar perfetamente cunha leve coxeira e apoiándose nunha vara. Pero o Vagamundo resistíase a marchar, non quería ir, e buscaba escusas que non se sostiñan, así que, chegou un día no que se decidiu.
Unha noite, antes de se acostaren con moitas dificultades fíxolle entender a moza que tiña que marchar de novo. A tristeza invadiu o seu rostro, e a luz dos seus ollos difuminouse. Unha lágrima rodou pola sua meixela, mentres a moza baixaba a cabeza.
O Vagamundo secoulla, cun xesto que rematou por ser unha caricia. Mirouna aos ollos, e quedou atrapado. Ela achegouse todavía mais, ata que o Vagamundo puido sentir a respiración dela nos seus beizos. Entón, achegandose todavía mais, bicouno xusto na comisura dos beizos.
O Vagamundo quedou paralizado, non podía seguir, se seguía, sabía que xa non podería marchar nunca mais, e el tiña que seguir a sua viaxe.
Pero non foi quen de conter a pasión. Baixou coa sua boca polo queixelo da moza, e cando chegou ao pescozo mordeu alí onde baixaba o sangue quente. A moza subiu polo seu rostro, bicando cada milímetro del. O Vagamundo non podía mais, tiña dentro unha loita entre a sua pasión e a sua responsabilidade, pero sabía que non seguir a viaxe, para el significaría coma a morte. A moza abriu a boca, e mordeulle o narís, acariciándollo cos dentes, suavemente, mentres o alento quente escapaba rozando as suas meixelas. O Vagamundo estaba a piques de perder o control, e darse á luxuria e a pasión, pero nun ultimo momento de lucided, apartouna de si rapidamente, case con brusquedade.
Miráronse aos ollos. A moza, confusa, interrogante, o Vagamundo, triste, suplicante. Suplicándolle á moza que o comprendera.
Ela deuse a volta, entornando os seus abafantes ollos, nos que nun ultimo vistazo puido ler decepción, e quizais, incluso un mudo reproche.
O Vagamundo acostouse coa intención, de ao día seguinte marchar pola mañá cedo, sen que a moza o vira, e tentaría olvidalo todo.

Ao levantarse, á maña seguinte, vestiuse, colleu as suas cousas e saíu da cavana sen ver á moza. Unha vez fora, comezou a camiñar á carón do río, sen sequera mirar ao seu redor.
Cando xa levaba uns cantos pasos, apoiándose na vara e coxeando, cando sentiu unha fría e pequena man cerrarse sobre a sua.
Deuse a volta, e viu a moza cun tibio sorriso na cara. Ela quitoulle a carga, e fíxolle xestos de que a seguira mentres se ia espindo. Correu cara o río, e ao borde del, xa sen nada enriva, tirouse. O Vagamundo, tras cavilalo un segundo, coma ela espiuse, e se lanzou ao río.
Pasaron a mañá na auga, entre risos e xogos, e ao mediodía saíron. A moza entrou na cabana, para preparar algo que comer. O Vagamundo deitouse, completamente espido na herba, mentres o quente sol o secaba, e soupo que ese era o momento de marchar.
Non podería soportar unha despedida, e tomou unha decisión.
Vestiuse, recolleu toda-las suas cousas, e comezou camiñar, apoiándose na sua vara río abaixo, mentres as lágrimas lle percorrían o rostro.
Uns minutos despois, unha moza sorrinte, saía dunha cabana a carón dun río, ao pe dos montes. Os seus ollos dilatáronse da sorpresa, e das suas mans caeron un par de pratos de comida mentres o sorriso fugábaselle do rostro.